Hace dos semanas asistí a la dedicación de cinco murales instalados en la pared exterior del LCCC—Donley Center en el centro de Allentown.

Hubo entusiasmo entre la multitud cuando la directora del Centro Donley, Maryanell Biggica, dio la bienvenida a los invitados y promocionó el poder de las artes para unir a las personas. Los murales, que celebran el tema de la diversidad y la inclusión, presentan el trabajo de cinco artistas locales, Pedro LeDee Jr., Albert Negron III, Alex Ortiz, Corey Reifinger y Camille Stanley. 

Alberto Negrón III

Ciudad de Allentown El director de desarrollo económico y comunitario, Leonard Lightner, elogió las artes como un motor de desarrollo económico. Dijo que la ciudad de Allentown estaba comprometida a llenar la ciudad de arte. Luego leyó las declaraciones de los cinco artistas a la multitud. En medio de todo este entusiasmo y promesa, sin embargo, estaba el notable silencio de los artistas.

Después de las palabras, busqué a los artistas y los felicité por su trabajo, ya que el Consejo de Artes de Lehigh Valley había financiado este proyecto mural a través de la Socios de Pennyslvania en las artes programa de ayuda económica. Les pregunté por qué no hablaban por sí mismos.

Evidentemente, originalmente habían planeado presentarse como grupo, pero uno de sus compañeros artistas no pudo asistir, por lo que optaron por no participar. Prevalecía la juventud y el desconocimiento. Los animé a considerar el valor de hablar, especialmente en el contexto del arte público. Llevar el manto de un artista conlleva una gran responsabilidad, ya que los artistas juegan un papel crucial en la configuración del futuro. Su perspectiva es importante porque resaltan el valor intrínseco del proceso creativo.

Ciertamente, estoy de acuerdo con los funcionarios que reconocen que las artes son buenas para los negocios. (El Arts Council ha administrado cinco estudios de Artes y Prosperidad Económica desde 1995.) Pero las artes son mucho más. Alimentan el alma de una comunidad. En un mundo cada vez más complejo, pueden servir como plataforma para abordar problemas graves como el calentamiento global, la justicia social y la diversidad y la inclusión.

Por otro lado, el argumento del impacto económico está limitado por el punto de vista de que el arte es una mercancía que se compra y se vende. Resumido, el impacto económico mide el hecho de que salí a cenar después del evento y me comí una hamburguesa. 

Todos necesitamos que se nos recuerde de vez en cuando que no debemos dar por sentado el proceso creativo. Una inversión en las artes es una inversión en las personas y en las relaciones que construyen nuestra comunidad.

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